Ahí sigue la pluma, sobre el papel, vaga e indecisa.
De pronto estalla en miles de trazos azules, formando letras, palabras, frases, ideas, sentimientos, y ya no puedes pararlo; lo que antes era vacilación se convierte en caliente deseo, el deseo por escribir, de hacer el amor con el papel y la tinta, con la pluma, de expresar millones de cosas que ni si quiera entiendes pero quieres gritarlas para que te escuchen y que alguien, tal vez, te entienda, porque te sientes solo y perdido; tan solo y tan perdido…
Y ahí llega de nuevo, el mundo se alza y tú gritas y sientes y te mueves y explotas y escribes y escribes mientras todo surge rápido y sin control y no puedes parar y entonces, solo entonces, casi al final, llega el éxtasis supremo de una obra sin fin.
Y el silencio.
Otra vez.
Gracias a Dragón por este texto, oda a la literatura