Piensa...

lunes, 7 de abril de 2008

La Serpiente

En los mas profundo de la mente humana, las sombras se agitan inquietas mientras trepan por la vida de cada uno...



Lo volvió a oír, un susurro aceitoso y apagado, en su mente.

Se encogió, sujetándose la cabeza, con el estertor de la muerte lenta en el rostro y se gritó así mismo para no oírse.

La gente lo miraba, como siempre cuando la Serpiente se movía en su cabeza.

Siguió andando, un par de pasos; y de pronto todo estalló.

Ya no era un susurro; miles, no, millones de escamas afiladas como cuchillas rechinando contra su cráneo, cortando la carne y el alma, provocando la mayor tortura inimaginable, arrancando el frágil espíritu que le quedaba.

Se arrojó al suelo, agarrándose con mas y mas fuerza el pecho.

Cada vez quedaba menos de hombre en su cuerpo.

Cada vez quedaba mas serpiente dentro de él.

Gritó y gritó, vomitó, quería sacar a la Serpiente que se enroscaba en su cabeza, con movimientos sinuosos y lascivos.

Entonces también llegaron las voces, susurrando, gritando y parloteando en montones de lenguas muertas y descompuestas, podridas, eones atrás.

Veía las caras, de dientes afilados y lenguas bífidas ahora, de rasgos naturales y gesto preocupados después, cambiantes, confusas, girando, retorciéndose, desapareciendo y estallando en miles de pedazos para volver tortuosamente a sus ojos.

Recuerda que golpeo algo duro, que oyó chasquidos y crujidos, aunque no supo de donde provenían.

Entonces vino de nuevo el silencio.

Estaba rodeado de gente, que lo miraba aterrorizada. Cerca de él una persona sangraba por la nariz, y otra estaba tendida bajo dos hombres que lo llamaban a gritos.

Y el silencio seguía ahí, mirándole, como el resto del mundo.

Solo silencio.

Y la Serpiente rió, de forma imperceptible, con una risa sibilante, cargada de eses.

Y rió y rió la Serpiente.

Y el lloró.


Gracias a Dragón por este nuevo texto.